No quiero ser deseada.

Desde una edad muy temprana me enseñaron que la razon de mi existir era para complacer a otros, vivir para los demas y que su felicidad dependía de mi.

Empezó con la escuela, la presión de tener buenas notas y la satisfacción y aceptación de mis padres al ver que su hija era una niña ejemplar, claro, ellos poco sabían sobre el daño colateral que esto causaría, no fue su culpa pero la mía tampoco.

Durante mucho tiempo creí que el valor de mi persona se media a través de la aprobación, de la aceptación y del deseo de otros hacía mi persona ya que nadie me había dicho que yo era capaz de sentir amor, respeto, compasión por mi misma.

Lo cual me llevo a desarrollar mecanismos de defensa muy pocos saludables.

Mirando atrás, ahora veo como la gran mayoría de mis relaciones estaban basadas en el miedo, en el control, en la tristeza y en la falta de respeto hacia mi pero es que no conocía nada más, ese era el único tipo de amor que había experimentado.

Tal cual abeja, pase mucho tiempo volando de flor en flor, de persona en persona, intentando encontrar aquella miel dulce que sabía, muy en el fondo sabía, que existía y que estaba ahí afuera, pero en el proceso solo me estaba haciendo más y más débil. No encontré nada de miel en esas flores pero por alguna razón parecía que ellas si encontraban algo en mi, algo que a ellas les beneficiaba, parecía que se quedaban con mis ganas de volar, mi energía, mis ganas de vivir y explorar, y así ellas seguían siendo hermosas a expensas mías.

No quiero ser deseada.

Ya pase mucho tiempo tratando de ser todo para todos y nada para mi.

Ser deseada no significa nada sin embargo ser respetada, querida y escuchada lo es todo.

Es hora de regresar a la colmena, de recargar energías para poder volar de nuevo, en busca de esa flor que promete tener a miel más dulce de todas, la flor del amor propio.