El amor se levanta sin alarma un domingo por la mañana con la pesadez de la noche anterior. Camina sigilosamente, tratando de no emitir sonido alguno, recogiendo sus pedazos debajo de tu cama mientras que una parte de el sigue entre las sabanas, aquellas que cubren con cautela tu piel canela
Se pone los zapatos, se cambia sus ropas, se exfolia las caricias y se lava las expectativas
El sonido de los pájaros y el olor a café le hacen compañía mientras tu sigues soñando después de haber convertido aquella habitación en una zona de batalla, un volcán en erupción
Entonces el amor se despide con un beso en la mejilla y sale por la puerta principal
Ya afuera de esas cuatro paredes, de regreso a la realidad, se da cuenta de que a veces su tiempo de vida es solo una noche
Que a veces el amor solo dura ocho horas